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TURISMO Y VIAJES

REPORTAJE

El Cementerio de la 30 de Marzo: Un tesoro histórico que Santiago debe redescubrir para el Turismo

Estos imponentes sepulcros, algunos ya cubiertos por la hiedra y el olvido, son testimonios de épocas de esplendor, tragedias familiares y legados patrióticos. En sus inscripciones de mármol, figuras talladas en piedra y arquitectura funeraria, se conservan las huellas de personajes que ayudaron a construir la historia de Santiago de los Caballeros.

Tercera parte

MAUSOLEOS QUE HABLAN: LAS HISTORIAS ESCONDIDAS DEL CEMENTERIO DE LA 30 DE MARZO

POR YAMIRA TAVERAS (Fotos  y videos Yamira Taveras)

SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, República Dominicana. Después de explorar la historia, la arquitectura y el valor patrimonial del Cementerio de la 30 de Marzo, es momento de detenernos ante algunas de sus tumbas más emblemáticas.

Más que monumentos de mármol o piedra, estos mausoleos conservan las voces de vidas extraordinarias, tragedias colectivas y silencios que aún reclaman memoria.

“Cada uno de estos espacios encierra un relato que va más allá del descanso eterno. Que va más allá del poder. Yo diría que son relatos que nos identifican como ciudad”.

Edwin Espinal cuenta estas historias con tanta pasión, que hace que la mente del oyente se transporte en el tiempo.

 En el caso de   José Manuel Glas; el poder y el arte. La  injusticia y el coraje en la tumba de Daniel Ortiz; y el del dolor nacional con la Tragedia de Río Verde, que conmocionó a todo un país.

Caminar por estos mausoleos es transitar por capítulos olvidados de la historia dominicana, envueltos en belleza, misterio y profunda carga simbólica. En esta tercera parte del reportaje, nos acercamos a ellos no solo como piezas de un cementerio, sino como testimonios vivos de lo que fuimos, de lo que somos, y de lo que no debemos olvidar.

El Mausoleo de José Manuel Glas: Un Monumento al Poder, la Fe y el Arte

Podemos decir que en la calle principal del  cementerio  se encuentra uno de los monumentos funerarios más impresionantes de la República Dominicana,  el  construido para sepultar a  José Manuel Glas.

Más que una tumba, es una joya arquitectónica cargada de historia, símbolo de la riqueza cultural y patrimonial que se esconde incluso en los rincones menos pensados.

Entre las tumbas monumentales que dominan, ella no pasa desapercibida. Elegante, imponente y cargada de simbolismo, el mausoleo de José Manuel Glas es una obra de arte fúnebre que encierra la vida de uno de los personajes más influyentes de la Santiago del siglo XIX.

José Manuel Glas nació en Cotuí en 1834 y vivió sus últimos años en Santiago, ciudad en la que dejó una huella profunda. Comerciante exitoso, masón, restaurador y munícipe destacado, fue responsable de la ejecución de grandes obras de infraestructura que aún definen el perfil urbano e histórico de la ciudad. Entre ellas destacan el mercado público (1872), el Palacio de la Gobernación (1885) y la torre de la Fortaleza San Luis (1886).

Glas fue también uno de los cinco comerciantes más ricos de Santiago a finales del siglo XIX, y su influencia social, económica y política se tradujo incluso en el acto de su entierro, al que asistió el batallón Yaque en uniforme de gala, rindiendo honores militares propios de un general.

el mausoleo de José Manuel Glas es una obra de arte fúnebre que encierra la vida de uno de los personajes más influyentes de la Santiago del siglo XIX.

Un mausoleo traído desde Europa

El mausoleo que guarda sus restos no es una construcción local. Fue encargado en mármol de Carrara al escultor italiano Oreste Bardi, a un costo de quince mil francos, y transportado en piezas desde Europa por mar y tierra. Del puerto de Sánchez al ferrocarril de La Vega, y finalmente hasta Santiago en carretas tiradas por bueyes. Solo el traslado costó otros doce mil francos, un reflejo de la magnitud y la solemnidad del encargo.

El monumento fue ensamblado después del año 1900, luego de que los restos de Glas fueran exhumados del panteón del comerciante catalán Desiderio Campdesuñer. La tumba está coronada por una estatua yacente del propio Glas, para la que él mismo posó en vida, envuelto en mortaja, en el taller del escultor Jules Feberv en Niza, Francia.

Tumba de Daniel Ortiz

——TUMBA DE DANIEL  ORTIZ

Entre tantos monumentos, uno en particular me estremeció,  el mausoleo de Daniel Ortiz. Se levanta sobrio, pero firme, como si aún reclamara justicia desde la muerte.

Ortiz fue asesinado en 1911 por el general Santiago Díaz y Díaz, conocido como «Chago». La razón del crimen es un relato crudo y casi inverosímil.

“Chago pretendía obligarlo a reconocer como suya una criatura nacida del estupro cometido contra su propia hermana. Daniel se negó. Y por esa negativa, pagó con su vida”, dice Espinal.

Su tumba fue construida en 1915, cuatro años después del asesinato. Originalmente, una inscripción tallada en la lápida decía con toda claridad, “Aquí yacen los restos de Daniel Ortiz, calumniado y asesinado cínicamente en Jacagua.” Una frase que no solo describía un hecho, sino que denunciaba un crimen y una injusticia.

Esa denuncia escrita no tardó en incomodar a los poderosos. Entre 1928 y 1930, la viuda de Daniel, Caridad Alfonso, fue llevada a los tribunales por el ayuntamiento de Santiago. El pleito legal llegó incluso hasta la Suprema Corte de Justicia. La lápida era vista por algunos como una afrenta pública; por otros, como un acto de memoria valiente. Finalmente, el epitafio fue eliminado en la década de 1940, borrado como si pudiera callarse la historia

Pero no fue así. Hoy, gracias al trabajo de investigadores como Edwin Espinal y al interés que despiertan estas historias ocultas, los relatos vuelven a salir a la luz. Porque el turismo también es esto: descubrir que, entre tumbas, muros de mármol y tierra silenciosa, viven las huellas de quienes alguna vez alzaron la voz.

Tumba que acoge a  los  peloteros caídos en la tragedia de Río Verde, ocurrida el 11 de enero de 1948.

La Tragedia de Río Verde: Una Tumba para un Equipo Inmortal

“Esta tumba no solo honra a los muertos, sino también a la pasión de un pueblo”, dice Edwin Espinal mientras nos deteníamos frente al monumento.

A diferencia de otras tumbas más artísticas o arquitectónicamente llamativas, esta impresiona por su carga simbólica; representa una generación de jóvenes deportistas que soñaban con un futuro deportivo,  pero encontraron el fin en el aire.

Y es que  la tumba que acoge a  los  peloteros caídos en la tragedia de Río Verde, ocurrida el 11 de enero de 1948, es un sepulcro colectivo, un testimonio tallado en piedra del dolor nacional y del amor que el pueblo dominicano profesa por el béisbol.

Tallada completamente en mármol blanco, esta sepultura colectiva se levanta no solo como homenaje, sino como monumento al dolor compartido y al espíritu deportivo de una generación perdida.

En la parte frontal, destacan con sobriedad los nombres de todos los fallecidos, grabados con precisión. Son rostros, historias, promesas que alguna vez corrieron por los estadios y que hoy reposan juntas, hermanadas por el destino.

En el lateral izquierdo de la tumba, se talló un poema dedicado a los caídos, cuyos versos rinden tributo a su entrega, su juventud y al profundo vacío que dejaron en sus familias, en la ciudad de Santiago y en todo el país.

Esta tumba no es solo un sepulcro. Es un espacio de memoria viva, donde cada año se rinden homenajes, y donde el béisbol dominicano, uno de los mayores orgullos nacionales, encuentra uno de sus capítulos más tristes y humanos.

El arquitecto Harold Paz Rodríguez ha documentado junto a Espinal historias de personajes enterrados como todo el patrimonio del camposanto.

Un sitio para la reflexión

 Estas historias que  han sido bien  documentadas   pueden  ser un punto de partida para una ruta de turismo histórico centrada en los dramas humanos que se esconden en los mármoles del Cementerio de la 30 de Marzo.

Rescatar este tipo de narrativas permite a los visitantes entender que la historia no se construye solo con fechas y monumentos, sino también con dolor, coraje y verdad.

Lo que parecía una simple caminata bajo el sol de la tarde se transformó en una experiencia reveladora. Entendí   que hay turismo más allá de lo visual, más allá del sol y la playa.  Un  turismo de historia y cultura que trasciende las tumbas frías,  las flores marchitas y en los nombres que aún esperan justicia. Un turismo del legado y la conciencia de una ciudad que  trasciende en el tiempo, como su corazón.

 Caminar entre sus senderos es reencontrarse con personajes que forjaron la nación, es descubrir que la historia está más cerca de lo que imaginamos, a veces justo debajo de nuestros pies.

Crónica de lo que le paso a Agustín Acevedo Feliu y Julio Vega Batlle. en los años de Balaguer. Edwin Espinal.

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